Sigfried Cuerpo

Los nervios antes de someterse a una primera operación de catarata dejaron paso a la tranquilidad para afrontar la intervención del segundo ojo. Poner solución a este problema dio a Sigfried la oportunidad de eliminar la "neblina" de su vida, gracias al programa Operación Visión.

La confianza de estar en buenas manos

Operación Visión está lleno de historias personales que hacen que todo esfuerzo por mejorar la visión y la calidad de vida de cualquier persona, con independencia de los recursos de los que disponga, valga la pena. De entre el centenar de historias, está la de Sigfried Cuerpo, uno de los pacientes atendidos dentro de este programa de cirugía solidaria impulsado por la Fundación IMO. Sigfried explica que en el Instituto no se sintió nunca un número: “Llamé a puerta fría, sin conocer a nadie, y nada más entrar me atendieron con gran calidez, profesionalidad y dedicación”. Este trato humano y la confianza transmitida por el cuerpo médico y el personal de la clínica lograron calmar sus nervios ya que, como él explica, “el corazón me iba a mil por hora antes de la intervención”.

Sigfried iba a someterse a una cirugía de catarata y, aunque es uno de los procedimientos más practicados debido a la alta prevalencia de la patología, el paso por quirófano no siempre resulta sencillo. Sin embargo, tras ser intervenido del ojo derecho y ver los buenos resultados obtenidos, esperaba ansioso volver a pisar el área quirúrgica para operarse del ojo izquierdo.

Una visión más nítida

Al fin y al cabo, esa cirugía iba terminar con dos años de angustia: “Yo era consciente de que tenía astigmatismo y miopía, pero desconocía que padecía catarata. De modo que, al leer, por ejemplo, notaba como la graduación de las gafas ya no me servía y cada vez veía menos sin comprender la razón. Era una degeneración diaria que no sabía a qué achacar y eso me producía incertidumbre y cierto temor. ¿Hasta dónde iba a llegar la pérdida de visión?”.

Como añade el Dr. José Luis Güell, presidente de la Fundación IMO y cirujano encargado de operar a Sigfried, “la catarata del paciente estaba en una fase muy avanzada y limitaba significativamente su visión, del 30% en un ojo y del 20% en el otro”, lo que explica su inseguridad a la hora de realizar sus actividades cotidianas o, sencillamente, pasear por la calle. Afortunadamente, el problema de Sigfried tenía solución: “Practicamos una cirugía de catarata convencional, en la que realizamos algunos de los pasos con el láser de femtosegundo y tomamos medidas específicas para corregir no solo la opacidad del cristalino sino también el defecto refractivo”.

Se trata de un procedimiento estándar que, para Sigfried, tuvo un valor muy personal: “Sentí que todo el equipo se volcó en mi atención, algo que me sorprendió incluso más que los propios resultados de la cirugía. Yo no estoy acostumbrado a recibir ese trato dado la agresividad con la que a veces me ha tratado la vida”.